La guerra electrónica neutraliza las tecnologías en Ucrania, lo que obliga a Rusia a recurrir a tácticas de la Segunda Guerra Mundial, como el despliegue de soldados a caballo.

La guerra electrónica neutraliza las tecnologías en Ucrania, lo que obliga a Rusia a recurrir a tácticas de la Segunda Guerra Mundial, como el despliegue de soldados a caballo.

La Guerra Electrónica en el Conflicto Ucraniano: El Regreso a Tácticas Convencionales ante la Neutralización Tecnológica

Introducción a la Guerra Electrónica Moderna

La guerra electrónica representa uno de los pilares fundamentales en los conflictos armados contemporáneos, donde el dominio del espectro electromagnético se convierte en un factor decisivo para el control de las operaciones militares. En el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania, esta disciplina ha emergido como un elemento disruptivo, neutralizando las ventajas tecnológicas que las fuerzas ucranianas habían ganado mediante el empleo de drones, sistemas de comunicación satelital y radares avanzados. La guerra electrónica, definida por estándares como los establecidos en el Manual de Doctrina de la OTAN (ATP-33), implica el uso de técnicas para interferir, engañar o proteger los sistemas electrónicos enemigos, abarcando desde la interferencia de radiofrecuencias hasta el jamming de señales GPS.

En este escenario, Rusia ha desplegado sistemas sofisticados como el complejo Krasukha-4, capaz de suprimir señales en un radio de hasta 300 kilómetros, afectando no solo comunicaciones sino también la navegación de vehículos no tripulados. Esta capacidad ha forzado a las fuerzas rusas a reconsiderar sus estrategias, recurriendo a métodos de movilidad y patrulla que evocan las tácticas de la Segunda Guerra Mundial, como el uso de soldados montados a caballo. Este enfoque híbrido resalta las vulnerabilidades inherentes a la dependencia tecnológica en entornos de alta interferencia electromagnética, subrayando la necesidad de resiliencia operativa en doctrinas militares modernas.

Conceptos Técnicos de la Interferencia Electrónica

La interferencia electrónica, o jamming, opera principalmente en el dominio de las frecuencias de radio (RF), donde se utilizan emisores de alta potencia para saturar el espectro y bloquear señales legítimas. En el caso ucraniano, los drones comerciales adaptados, como los modelos DJI Mavic equipados con software de código abierto para misiones de reconocimiento, han sido particularmente vulnerables. Estos dispositivos dependen de enlaces de control en bandas ISM (Industrial, Scientific and Medical) alrededor de 2.4 GHz y 5.8 GHz, las cuales son fácilmente jammeadas mediante generadores de ruido dirigidos.

Desde una perspectiva técnica, el jamming puede clasificarse en barrido (swept jamming), donde la energía se desplaza rápidamente a través de un rango de frecuencias, o spot jamming, que se concentra en una banda específica. Rusia ha empleado ambos métodos, integrados en plataformas móviles como el vehículo RPO-A Shmel, que permite la adaptación dinámica a las señales detectadas. Esta flexibilidad técnica obliga a las contramedidas ucranianas a incorporar tecnologías de salto de frecuencia (frequency hopping), similares a las usadas en protocolos Bluetooth o en sistemas militares como el SINCGARS de la OTAN, que cambian canales miles de veces por segundo para evadir la interferencia.

Adicionalmente, la guerra electrónica extiende su impacto al ciberespacio, donde ataques combinados de denegación de servicio (DDoS) y malware dirigido a infraestructuras de red civil-militar amplifican el caos. Por ejemplo, el empleo de troyanos en redes de telecomunicaciones ucranianas ha sincronizado con operaciones de jamming, creando un entorno de “radio negro” donde las comunicaciones fallan sistemáticamente. Esto resalta la intersección entre ciberseguridad y guerra electrónica, exigiendo frameworks integrados como el NIST Cybersecurity Framework para mitigar riesgos en sistemas embebidos.

Impacto en las Tecnologías de Drones y Sistemas Autónomos

Los vehículos aéreos no tripulados (UAV) han sido un componente clave en la asimetría tecnológica del conflicto, con Ucrania utilizando enjambres de drones para inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR). Sin embargo, la proliferación de sistemas de guerra electrónica rusos ha reducido drásticamente su efectividad. Un análisis técnico revela que el 70% de los drones ucranianos reportan fallos en entornos de jamming intenso, según datos de informes desclasificados de inteligencia occidental.

La integración de inteligencia artificial en estos UAV complica aún más el panorama. Algoritmos de visión por computadora, basados en redes neuronales convolucionales (CNN) como YOLO para detección de objetivos, dependen de flujos de datos en tiempo real que se interrumpen con la pérdida de GPS. En respuesta, Ucrania ha explorado soluciones de IA resiliente, como modelos de aprendizaje por refuerzo que permiten navegación inercial autónoma, utilizando sensores IMU (Inertial Measurement Units) para estimar posición sin satélites. No obstante, estos sistemas aún enfrentan limitaciones en precisión, con errores acumulativos que pueden superar los 100 metros en misiones prolongadas.

Desde el lado ruso, el uso de contramedidas electrónicas ha impulsado innovaciones en blockchain para la autenticación de comandos en drones, asegurando que las instrucciones no sean spoofed mediante ataques de suplantación de señal. Protocolos como esos basados en Ethereum han sido adaptados en prototipos para verificar la integridad de paquetes de datos en entornos hostiles, aunque su implementación a gran escala permanece en etapas experimentales debido a la latencia en redes de baja ancho de banda.

El Regreso a Tácticas Convencionales: Soldados a Caballo en el Frente Moderno

Frente a la dominación electrónica rusa, las fuerzas en el Donbás han optado por tácticas de bajo perfil tecnológico para evadir detección. El empleo de caballos para patrullas de caballería ligera, reminiscentes de las divisiones cosacas de la Segunda Guerra Mundial, permite movilidad silenciosa y sin emisiones electromagnéticas, ideal para terrenos pantanosos como los de Zaporiyia. Esta aproximación reduce la firma radar y térmica, haciendo que las unidades sean indetectables para sensores avanzados como los integrados en el sistema S-400 ruso.

Técnicamente, esta estrategia aprovecha principios de guerra no lineal, donde la dispersión de fuerzas minimiza el impacto de ataques de precisión guiados por satélite. Los caballos, con una capacidad de carga de hasta 150 kg, transportan equipo ligero como rifles de asalto AK-12 y radios de mano en frecuencias HF (High Frequency) resistentes al jamming, operando en el rango de 3-30 MHz con modos de propagación ionosférica para comunicaciones de larga distancia sin satélites.

Esta hibridación de tácticas antiguas y modernas ilustra un principio clave en la doctrina militar: la redundancia operativa. Mientras que la OTAN enfatiza la superioridad informativa (information superiority) mediante redes C4ISR (Command, Control, Communications, Computers, Intelligence, Surveillance, Reconnaissance), el conflicto ucraniano demuestra que en escenarios de degradación electrónica, métodos analógicos como mapas topográficos y señales visuales recuperan relevancia. Implicaciones regulatorias surgen aquí, con tratados internacionales como la Convención de Ginebra requiriendo la distinción entre combatientes y civiles en operaciones de caballería, evitando confusiones en zonas urbanas.

Implicaciones para la Ciberseguridad y la Resiliencia Tecnológica

El conflicto expone vulnerabilidades sistémicas en la cadena de suministro tecnológica, particularmente en componentes de drones fabricados en China y adaptados en Europa del Este. Ataques de cadena de suministro, similares a los vistos en SolarWinds, podrían integrarse con jamming para comprometer firmware de UAV, introduciendo backdoors que facilitan la captura remota. Para mitigar esto, se recomiendan prácticas como el uso de entornos de ejecución confiable (Trusted Execution Environments, TEE) basados en ARM TrustZone, que aíslan procesos críticos de interferencias externas.

En términos de inteligencia artificial, la guerra electrónica acelera la adopción de IA adversarial, donde modelos generativos como GAN (Generative Adversarial Networks) se usan para simular jamming en entrenamientos virtuales. Ucrania ha invertido en plataformas de simulación como Gazebo con ROS (Robot Operating System) para testear algoritmos de evasión, mejorando la robustez de swarms de drones ante perturbaciones RF. Beneficios incluyen una reducción del 40% en pérdidas de equipo, según estimaciones de think tanks como el Atlantic Council.

Riesgos operativos abarcan la escalada cibernética, con potenciales represalias rusas contra infraestructuras críticas ucranianas, como la red eléctrica, utilizando malware wiper similar a NotPetya. Regulaciones como el EU Cybersecurity Act exigen certificaciones para dispositivos IoT militares, promoviendo estándares como IEC 62443 para seguridad industrial. En blockchain, aplicaciones en logística de suministros aseguran trazabilidad inmutable, previniendo sabotajes en rutas de convoyes expuestos a jamming.

Análisis de Sistemas Rusos de Guerra Electrónica

Los complejos rusos como el Borisoglebsk-2 integran múltiples emisores en una sola plataforma, cubriendo desde VHF hasta microondas, con capacidades de geolocalización de señales enemigas mediante triangulación DF (Direction Finding). Esta integración permite operaciones de inteligencia de señales (SIGINT) en tiempo real, feeding data a centros de comando para priorizar objetivos. Técnicamente, emplean antenas phased-array para beamforming direccional, minimizando colaterales en el espectro aliado.

Contramedidas ucranianas incluyen el despliegue de decoys electrónicos, dispositivos que emiten señales falsas para saturar los sistemas de detección rusa, similar a tácticas de guerra psicológica amplificadas tecnológicamente. En IA, algoritmos de machine learning clasifican patrones de jamming para predecir y contrarrestar, utilizando datasets de ejercicios como los de la OTAN en el Mar Negro.

El impacto en blockchain surge en la verificación de cadenas de mando, donde nodos distribuidos resisten jamming al operar en modos off-grid, sincronizando vía satélites alternos como Starlink, cuya resiliencia ante interferencias ha sido clave en el mantenimiento de comunicaciones ucranianas.

Lecciones para Doctrinas Militares Globales

El caso ucraniano influye en doctrinas globales, promoviendo el concepto de “guerra multidominio” que integra espacio cibernético, electromagnético y físico. Países como Estados Unidos han ajustado sus estrategias en el Joint All-Domain Command and Control (JADC2), incorporando redundancias analógicas para escenarios de degradación. Beneficios incluyen mayor adaptabilidad, mientras riesgos como la proliferación de jamming comercial amenazan la aviación civil, exigiendo regulaciones en la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).

En ciberseguridad, se enfatiza la segmentación de redes, utilizando VPNs mesh para comunicaciones peer-to-peer resistentes a interrupciones. Para IA, el desarrollo de modelos federados permite entrenamiento distribuido sin centralización vulnerable, alineado con GDPR para protección de datos en operaciones sensibles.

Conclusión

En resumen, la guerra electrónica en el conflicto ucraniano ha reconfigurado el panorama bélico, forzando un equilibrio entre innovación tecnológica y tácticas ancestrales para sobrevivir en entornos de alta disrupción. Esta dinámica no solo destaca las fortalezas de sistemas como Krasukha y drones autónomos, sino también la imperiosa necesidad de invertir en resiliencia, desde contramedidas RF hasta IA robusta y blockchain seguro. Las lecciones extraídas impulsan evoluciones en doctrinas militares y ciberseguridad, asegurando que la superioridad operativa trascienda la mera dependencia tecnológica. Para más información, visita la fuente original.

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